Marido hace caminar a su esposa embarazada al trabajo. Padres llaman al 112 al descubrir por qué
Dtory comienza a continuación
Lucy comenzó su camino diario al trabajo, sintiendo el peso de su creciente barriga a cada paso. El trayecto se hacía cada vez más largo y difícil a medida que avanzaba su embarazo.
Se ajustó el bolso al hombro para aliviar la tensión. El camino no era fácil, con aceras irregulares y tráfico ocasional que lo hacían más difícil.
A pesar de las dificultades, siguió adelante, decidida a llegar a su destino.
La insistencia de Dan
Dan observaba cómo Lucy salía cada mañana, insistiendo en que caminar era bueno para ella y para el bebé.
Creía que el ejercicio la mantendría sana y fuerte. Cada vez que Lucy expresaba su incomodidad, Dan la rechazaba con un gesto de la mano, diciendo que todo formaba parte del proceso.
Lo estás haciendo muy bien", le decía, dándole un beso en la mejilla. Es solo un pequeño paseo, te pondrás bien".
Preocupación de los padres
Los padres de Lucy no estaban tan convencidos de los beneficios de sus paseos diarios. A menudo expresaban su preocupación por el hecho de que caminara distancias tan largas estando embarazada.
Es demasiado para ti", decía su madre. Necesitas descansar". Su padre asentía con la cabeza, preocupado por el estrés añadido a su cuerpo.
Le recomendaron que buscara otra forma de ir al trabajo, como el autobús o los viajes compartidos.
Dan desestima las preocupaciones
Dan desestimó sus preocupaciones, afirmando que Lucy era fuerte y capaz. No es una muñeca frágil", decía. Caminar es bueno para ella".
Estaba convencido de que Lucy podría soportar la caminata, incluso a medida que avanzara su embarazo.
Para él, sus preocupaciones parecían exageradas. Lucy intentaba tranquilizar a sus padres, haciéndose eco de las palabras de Dan, pero por dentro sentía que el esfuerzo de caminar cada día era mayor.
Dificultades de la ruta
Lucy se encontró con numerosas dificultades en su ruta, empezando por el cansancio que se apoderaba de ella cada día con mayor rapidez.
Le dolían los pies y el movimiento constante le hacía doler la espalda. Algunos días tropezaba con una grieta en el pavimento o era salpicada por un coche que pasaba.
Otras mañanas se enfrentaba a las inclemencias del tiempo, ya fuera un calor abrasador o un chaparrón inesperado, que hacían aún más pesado el viaje.